Aïda Camprubí

Aïda Camprubí

Hola animalejos y fierecillas,

Soy Aïda Camprubí, aka el Diablo, aka Lil Lusifel, una fama totalmente justificada. Finjo que soy una freelancer del sector cultural -hago curros de todo tipo para que nadie sepa ubicarme- pero en verdad soy un demonio travieso dedicado a entorpecer el sistema y el buen gusto en general. He abandonado la esperanza de hacer un autorretrato accurate, después de pasar tantas vidas propagando el mal. Pero os voy a compartir algunos fun facts

De pequeña quería ser Neal Cassidy, hasta que me di cuenta que ser un imbécil no era una profesión, especialmente si eres un ente feminizado, en cuyo caso tu profesión es ir trampeándolos. A los 16 años empecé a tocar el bajo en bandas de punk, inspirada por la Santísima Trinidad: Kim Coletta, Kim Gordon y Kim Deal. Obsesionada con las bajistas que empezaban con K, seguí a Kira Roessler, Kim Shattuck y Kathi Wilcox, con la que por cierto, nos parecemos bastante. Barajé la idea de cambiarme el nombre por Krampus, pero otra monstruosidad lo había robado antes. Barajé y sigo barajando muchas ideas absurdas. 

Pero sobre todo paso las horas simulando los gestos de la humana común mientras pienso en el demiurgo gnóstico, el metaverso de Marvel, las idioteces de Emmanuel Carrere sobre Philip K. Dick o el sexo interespecie de Octavia Butler, mi nuevo porno favorito. Estas obsesiones cambian a menudo, siguiendo la vía del caos, que no es la falta de orden sino un orden más complejo que no entendemos. Me gusta tanto esta actividad mental que a menudo pierdo cosas -mientras escribía esto perdí mi tabaco en un perímetro de 1m²- y olvido otras aburridisimas, como los nombres y las caras de la gente. Total, si todo va bien, ya nos veremos en el infierno. ¿Quieres saber cómo llegar? Aquí van algunas algunas rutas rápidas.